miércoles, 21 de marzo de 2018

Agua flotante





































Salas de llantos ofuscados
donde nos alojamos en pérdidas,
con el odio agrio del que sólo ve objetos,
manipulables y mecánicos
a los que ningún corazón puede atender
para reposar.
Lentas pasan las paletadas de efímera posesión,
dejando agujeros con posos de hongos en los dedos,
lo perdido por nunca apreciado.

Ahora sé que me has enseñado a llorar,
ahora que me miro a través de mis manos escribiendo,
cómo has abierto el grifo de la ternura congelada
y me has dejado fluir en el constante pensamiento de ti,
sobrellevado en gotas que me sonríen
cuando reposan en mi piel de individuo,
haciéndome sin duda menos común entre los comunes.
Esto puede ser explicado por la magia de tus dientes
que filtra tu risa adolescente,
eco alado de un ser puro por aún no acabado
que sonríe sin miedo ante la amenaza fantasma del tiempo.
Tú sabes ser concreta
cuando acaricio tus brazos
para que expulsen las burbujas de tu placer,
y hacerme concreto
cuando juntas tu casualidad contra la mía
en un abrazo que es casi un roce
porque nunca nos satura
y su descarga es sabia como lo inexplicable.

El sol entre rejas,
el pavimento ardiendo de frío,
una escarcha de confusión en las ciudades
que no nos deja flotar dentro de nuestra cabeza.
No quiero ponerme a contar los agentes negros
porque no tengo dedos para que sean contados
y  nado fuera de los virus de mis cuerpos.
En las afueras de nubes naranjas
tu labio es el frontón del templo
y se acerca a lo lejos a lo pequeño de mis esperanzas,
dispersadas a todas partes como átomos pálidos,
violetas por la tristeza que fluye
como savia de sueños en su interior,
porque sueño dispersándome en partículas
y espero volver a formarme cuando llegue a tu materia,
tu carne como un depósito suave naranja e inmaterial
para estrellas de ilusiones perdidas.

Sabes sabia sibila
como dejar caer mi sangre arrepentida
por los toboganes de tu piel amable,
convirtiéndome en ducha de destinos
que abra tus ojos y tus brillos
para que vea las luces de tu ruta
y derrame entera toda mi culpa mojada,
para acariciar tus miembros y tus pétalos,
para dejarlos reposar relajados
en un constante amanecer húmedo de comprensión,
mis gotas una capa más de tus capas,
temblando cuando tú tiemblas ante el aire de los días,
sonriendo cuando tú sonríes ante el sol de la vida.
Así reposo encima de tu suavidad,
devolviendo nuestras miradas
en un cercano e íntimo océano de espejos.
 



Foto:
-yet sombre echœs voluptuously tempt, de Sermon Fortapelsson









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