sábado, 12 de agosto de 2017

Paisaje en el ventanal 3000































Lo siento.
Vuestros consejos de sabias montañas
son acariciadores como una película de ángeles,
celestial amistad impregnada en celuloide
que se enrolla en la propia vida,
pero que no sé o no puedo tocar.

Tampoco puedo sellar las grapas de normalidad
que cosan mi alma y mi cuerpo al olvido.
Dejadlo arder solo con su motor ígneo de sangre,
con cicatrices que me adoctrinan y recuerdos de algodón
cuya suavidad me hace andar hasta el punto de no poderla borrar.
No se hacen remiendos a la vida.

No siempre duele.
Vivo entre las cuatro paredes de mi espiral y me creo un código de acertijos
basado en una suma espontánea de imagen y verdad
en que cada palabra y cada imagen resultan ser oxígeno vital.
Pero aun así también miro con los ojos cuando no miro a los ojos,
y no os huyo ni os desprecio,
y me siento soñar cuando os veo pasar,
casi, casi como si os pudiera tocar.

El cuadro que veo siempre
siempre me deja dentro de todo el ventanal,
y el paisaje me habla
 y yo le dejo hablar.
El ciclo sigue y el mundo muere cada día
para nacer una vez más,
llevándonos a nosotros dentro.


Foto:
-Autorretrato (1907), de Leon Spilliaert.





 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Deposita aquí parte de tu esencia