miércoles, 11 de enero de 2017

Alegría triste





























Tengo una alegría triste
que me habita como un humo sólido,
un vaho que flota sobre todos mis órganos
y acaricia mi cerebro con su pasión.
Nuestra sangre es gris y blanda,
transparente y suave,
y dirige nuestros movimientos
y tiñe nuestros pensamientos
afirmándonos que estamos vivos.

Andamos firmes y oscuros,
secos por calles húmedas inundadas de gotas
que no mojan nuestra solidez,
la dignidad del triste
que avanza solo entre los acompañados,
que habla sólo con su propia soledad,
las nubes arañándose unas a otras en un masaje gris,
tapando la luz que sólo conocemos de memoria
pero que nunca olvidaremos
porque navega en esa niebla interna,
en ese vaho que ya te he dicho
y que nos tapa como un pantano firme
mientras oímos sus notas sobre la estratosfera,
la música del mundo tosiendo tras la tapadera,
y nuestro suave humo las añora.

Movimientos lentos,
pocas palabras,
sonrisas indescriptibles
más allá de la alegría,
y silencio,
y muchas miradas,
miradas sobre el mundo tras una capa acuosa,
intentando andar
siempre delante de nuestras lágrimas.

Yo, oscuro,
siempre a punto de caer y dejarme flotar
en el algodón de la esperanza,
el cuerpo suave de tu recuerdo.

Tú, azul,
labios rojos sobre piel blanca,
realizando tu trabajo de separar mente y cuerpo
para respirar esa niebla.
ese frío que bese tus mejillas,
húmedo y sin condiciones.


 Foto:
-Fotograma de "La chica de la fábrica de cerillas" (1990), de Aki Kaurismaki





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